Eso es lo que me pregunto cada vez que tengo la suerte de participar en una movilidad Erasmus+. En aquellos años que tenía edad de ir de Erasmus con la universidad, mis circunstancias familiares no me lo permitían. Cuando tenía 42 años me fui de Erasmus por primera vez, a hacer un curso de una semana en Dublín... anda que no tuve que soportar bromas acerca de mi "adopción" por parte de mi familia de acogida irlandesa: que sí "que niña más bonita", que si "mira, está ya criada"...
Mucho (no tanto) ha llovido hasta ahora. No es mi primera movilidad Erasmus, ni mi primer viaje, ni mi primer proyecto. Pero mi gusanillo en el estómago se despierta cada vez; mi ilusión por conocer nuevos lugares, por aprender, por conocer personas y coleccionar vivencias que me hagan crecer. La chica de barrio de familias trabajadoras que no pudo ir de Erasmus en la Uni agradece cada nueva oportunidad y la aprovecha como única. Aquella chica no se cansa de trabajar para que otros chicos y chicas de barrios de trabajadores puedan acceder a esas oportunidades que el nuevo Erasmus+ les brinda.
Y hoy aquella chica pasea por la cuna del Renacimiento y se deja embriagar por la magia de las calles de Florencia.
